I
Sergio había manipulado la tablet del escritorio de Adalberto y todo ello para tener una videoconferencia con el jefe del club Rubí, sus miembros estaban sentados ante la pantalla del equipo mirándole el rostro:
—Honestamente no tenía ganas de asistir esta noche a la empresa, no estoy de ánimos al perder la victoria de este mes. Muchachos, quiero que entrenen duro. Si perdemos febrero nos eliminarán y es muy difícil comenzar desde cero en la categoría 1.
—Adalberto, en otras ocasiones te has interesado por la lucha millonaria —dijo Asad.
Alan y Nick estaban sumidos en el silencio por la reprochable derrota que habían tenido semanas atrás.
—Sí me han interesado pero no en estas circunstancias de eliminación.
—¿Quien va a luchar hoy? —le preguntó Sergio.
—¿La verdad? Quien de ustedes quiera. No me interesa. Es más si ganan el dinero quedenselo. No lo quiero.
Los miembros guardaron silencio observando la meláncolia del jefe. Fue Andrés quien habló:
—Adalberto, permíteme luchar y recuperar el honor del club esta noche. Soy el más nuevo y necesito entrar en acción para que me vean. Quiero que los idiotas de Zafiro vean de qué estoy hecho.
—¿Estás seguro que quieres participar? —interrogó Asad—. Prefiero que el mes lo cierre alguien con experiencia.
—Déjalo tranquilo —dijo Adalberto—, si en las últimas semanas los experimentados dieron una muestra bochornosa —Alan y Nick clavaron la mirada al suelo—, dejemos que alguien nuevo se muestre. Al fin y al cabo no tenemos nada que perder, ya por este mes estamos jodidos. Quiero ver de qué estás hecho Andrés, destácate. Sergio, esta noche el capitán del equipo serás tú.
—Pero siempre soy yo —reclamó Nick.
—No estás en condición de reclamar —negó Adalberto—. Es más, desde hoy su capitán será Sergio. Espero que devuelvas el honor al club, Andrés. Seguiré el evento por internet.
II
Desde la oficina del Club Zafiro sus integrantes sostenían una reunión con Cristóbal, quien se mantenía optimista.
—Muchachones, esta noche cerramos nuestro mes de triunfo —decía—, los ánimos en el club de las rubíes están acabados. Valería, la chica que está en la recepción me dijo que Adalberto está en depresión y no ha venido a la empresa desde la derrota del otro miércoles. Hoy tenemos que ganar para terminar de fulminar con los caras de niñas de Rubí.
—Me apunto para la lucha —dijo Salem—, Adalberto no se atreverá a enviar otra vez a Nick, lo debe tener castigado. Hoy me enfrento y arracancaré cabeza.
—Eh, no —negó Cristóbal sonriendo—. Hoy le daré el honor de pelear al último participante que nos regaló la última pelea millonaria que fue en noviembre. Saúl serás tú, ese mes diste una pelea valerosa contra el turco Asad, lo derrotaste en menos de tres minutos.
—Sí me siento capaz de eso y más —afirmó Saúl, un joven de tez blanca y cabellos claros. Sostenia su franela con orgullo—, me apunto a creer que el árabe querrá hoy la revancha.
—No me importa la revancha. Sólo quiero que cerremos el mes terminando de humillar a las rubíes y con un maletín lleno de dolares sobre este escritorio. Compré Champagne para que celebremos.
—¿Dónde lo tienes? —quiso saber Diego abandonando su asiento.
—Está en la nevera —respondió Cristóbal—, pero será para celebrar después de la batalla.
III
La sala Estrella era un iluminado estudio dentro del edificio de Gema, ahí cabian decenas de personas que ya estaban ahí esperando la pelea. El iluminado lugar tenía focos con potentes luces, grandes pantallas y la estructura necesaria para brindar eventos de altura. Poco a poco los retadores fueron llegando aguardando el inicio del combate. Andrés usaba un ajustado traje de malla que resaltaba robustas piernas y un gran trasero, su torso era fuerte y musculoso. Saúl tenía el blanco y duro cuerpo semidesnudo; oculto sus genitales por un calzón blanco se sorprendió al ver a su rival pero lo menospreció con la mirada cargada de soberbia.
Sergio ocupó el puesto de Adalberto además de sostener en el brazo una cinta roja con el estampado de un rubí indicando con eso que era el nuevo capitan, Nick se había enfurecido con él por esa decisión.
Cristóbal sonrió con malicia al ver que Sergio portaba la cinta.
—Adalberto siempre será predecible —indicó a Salem, capitán de su equipo—. Observa el brazo de Sergio.
Ambos rieron con descaro humillando a más no poder a Nick.
Se decretó el inicio del encuentro.